Han sido tres meses diferentes. Estábamos acabando el invierno y apenas hace unos días hemos inaugurado el verano. Entre medias ha quedado una primavera atípica que, por momentos, no sabemos muy bien cómo ha pasado.
Y ahora tratamos de volver a la normalidad. A la nueva normalidad…
¿CUÁL SERÁ EL IMPACTO EMOCIONAL DE ESTA PANDEMIA?
Como decía en la entrada anterior, hemos pasado por una situación difícil, fuera de lo habitual, que ha tenido importantes consecuencias para todos. La dureza (o revelación) de las experiencias vividas por cada uno y el impacto que lleguen a tener en nuestras vidas dependerán de cada persona, de sus circunstancias, de su historia, de sus objetivos vitales.
Estas semanas nos han puesto a prueba y es posible que aún tengamos muy presente esa sensación de haber estado expuestos a situaciones límite, a mayores niveles de estrés y a un cierto agotamiento físico y/o mental. Hemos pasado mucho tiempo en casa, sin saber qué hacer y sin la mayor parte de tareas que nos mantienen la mente ocupada y, en muchos casos, nos evaden de nuestra propia realidad.
Y ahora es el momento de decidir qué queremos hacer de aquí en adelante con la que era nuestra vida antes del coronavirus y con lo que hemos vivido y experimentado durante este aislamiento.
¿CÓMO SALDREMOS DEL CONFINAMIENTO?
En esta ocasión quiero enfocarlo desde otra perspectiva, como ver las dos posibles caras de esta situación. Hasta ahora he hablado de lo que más nos puede haber costado y lo que puede habernos llevado a situaciones límite. Obviamente, esto es una consecuencia de todo lo vivido, que llegó de repente, sin que tuviésemos experiencia previa ni período de adaptación. Pero, si seguimos ahí, corremos el riesgo de quedarnos enganchados a ello, preguntándonos una y otra vez cómo superarlo, cómo dejarlo atrás, dedicando tiempo y más tiempo a intentar entenderlo…
¿VOLVER A LA NORMALIDAD O CREAR UNA NUEVA?
Si nos detenemos por un instante, a lo mejor podemos rescatar algún momento de estas semanas atrás en el que nos hayamos sentido bien, tranquilos, reconfortados con algo, a gusto. A lo mejor hemos tenido algún momento de claridad.
Quizá en este tiempo hemos recordado que hacer según qué cosas nos sienta bien. El sistema se ha parado y, con él, nosotros mismos hemos podido detenernos en cierto modo, desacelerar y bajarnos del ritmo frenético en el que estamos inmersos y que, por habitual, parece que sea lo natural.
Y es que estos meses también ha habido quien se ha atrevido a decir en voz baja (y no tan baja) que este confinamiento le ha reportado muchas cosas personalmente. Y no todas negativas…
ALGO A LO QUE AGARRARNOS
Más allá de haber estado confinados, de las limitaciones de desplazamiento y de contacto/relación con otras personas, y sin banalizar el sufrimiento personal generado por el Covid-19, esta situación nos ha permitido a muchas personas darnos cuenta de que, aun considerándonos abanderadas de lo contrario, pasamos por esta vida corriendo, sin aliento, en muchos casos sin saber muy bien detrás de qué.
Este parón ha permitido a mucha gente recuperar tiempo para sí misma; tiempo para compartir con quien siempre planearon hacerlo; tiempo para dedicar a cosas tan “simples” como leer, pintar, sentarse a ver una película, comer en familia, escuchar música, hacer yoga, meditar, empezar una formación online… Cosas para las que no hace falta salir fuera, y para las que, en cambio, no nos llegan las horas del día. A pesar de tenerlas, supuestamente, al alcance de nuestra mano.
Hay quien, aun sin querer ni poder prolongarlo mucho en el tiempo por cuestiones económicas, ha podido descansar de largos trayectos diarios para ir a su trabajo, olvidarse de horas y horas dedicadas cada jornada a estar parado en un atasco, coger aire de un empleo para el que no encuentra motivación, distanciarse de un ambiente laboral poco o nada enriquecedor…
Personas que en este tiempo han descubierto que los que consideraban que eran los cimientos de su vida, en realidad no lo son tanto y otros, que sí lo eran, son aún más importantes. Gente a la que ver la fragilidad de las cosas, la volatilidad de todo aquello que creemos que nos pertenece y que está así montado por naturaleza, le ha hecho replantearse sus metas. Porque es fácil que algo como lo que ha pasado, una crisis personal, social y económica tan grande, no pase así, sin más; sin dejar una mínima huella en muchas personas que nos lleve a querer algo diferente para nuestra vida.
¿Y SI SACAMOS DE ESTO ALGO MÁS QUE UN PEQUEÑO RESPIRO?
Cambiar nuestro ritmo habitual, nuestras rutinas, viejos patrones muy instaurados, puede no ser fácil. Pero puede que este período nos sirva para salir adelante de otra manera.
A lo mejor no es necesario dar de repente un vuelco a todo y quizá sea un momento difícil para hacerlo (que no imposible) por la incertidumbre. Pero, si tienes claro hacia dónde quieres ir y qué te gustaría hacer hacer en tu vida, puedes empezar dando pasos más o menos grandes; realizando pequeños cambios que te reconforten, que dejen entrar en tu camino personal ese aire que te faltaba, que te permitan reconectar con una parte de ti mismo/a olvidada durante mucho tiempo. Y puede que merezca la pena hacerlo ahora, antes de que la corriente de la rutina anterior te vuelva a arrastrar con su fuerza.
Si decides apostar por ello, también es importante contar con que puede haber tropiezos, distracciones e incluso ganas de querer cambiar de sentido y volver a lo ya conocido, a ese terreno que, por más que te iba dejando sin aire, no te pedía arriesgarte. Aunque los haya, tu camino sigue ahí; siempre puedes volver a él.
Se trata, en definitiva, de saber qué quieres ver cuando, dentro de unos años, mires atrás y hagas balance.
- Quizá lo tengas claro pero no sepas ni cómo ni por dónde empezar. Pedir ayuda, apoyarse en alguien para hacerlo, es ya un primer paso en esa dirección.
- O puede que aún no sepas qué hacer, que no estés a gusto con tu vida o con una parte de ella, pero te sientas perdido, sin saber en qué enfocarte. En este caso, contar con ayuda y orientación profesional es también dar un paso al frente. Porque, incluso a veces, estar sintiéndote mal por algo que no quieres es la llave para saber hacia dónde puedes ir…
¿No resulta paradójico que, en cierto modo, pueda ser una situación anormal (si es que se le puede llamar así) la que nos haga reconectar con nuestra propia realidad y situarnos cara a cara con ella?