Las Relaciones Familiares

Quiero hablarte de un tema importante y complejo como son las relaciones familiares.

La relación que estableces con la familia de origen, aquella en la que creces y con la que estableces tu primer vínculo emocional, marca enormemente tu manera de afrontar el futuro en la vida adulta.

¿Has sentido alguna vez que la relación con tu madre o tu padre te oprime, que sigue dirigiendo tu vida?
¿Te sientes culpable si no accedes a lo que ellos quieren y temes dañarles?
¿Necesitas su aprobación?
¿Dirías que la relación entre vosotros es conflictiva y difícil?
¿Crees que, aun estando presentes en tu vida, no cubrieron tus necesidades emocionales?
¿Fracasas en tus intentos de hacer las cosas a tu manera?

Si todavía no has reparado en ello, quizá te sorprenda saber que muchos problemas que surgen posteriormente en la vida, en diferentes ámbitos, tienen su origen en las relaciones familiares.

No olvides que la familia es tu primer y más importante refugio y tu primera ventana al mundo. Al nacer estás indefenso, necesitado de su cuidado, amor y protección. Necesitas pertenecer y sentir que formas parte de ella, que no estás solo.

Por instinto de supervivencia, adquieres un rol, integras su manera de funcionar y aprendes a actuar y a desenvolverte en base a él. Integras los límites que se establecen, formas de ver la vida y relacionarse, creencias, mensajes recibidos, experiencias vividas, etc., a las que, de por sí, cada adulto aporta su propia historia.

Todo esto lo vas interiorizando a medida que creces. Y lo harás casi sin darte cuenta y, al principio, sin cuestionarlo: eres demasiado pequeño como para valorarlo.

La infancia vivida, las experiencias pasadas, marcan, en gran parte, tu manera de afrontar y salir al mundo. Pero te doy una buena noticia: y es que no son definitivas. No puedes cambiar tu historia, la que ha sido tu vida, tu pasado. Pero sí la manera en que este está reviviendo en tu presente y afectándote, de una u otra manera, en diferentes ámbitos.

Puedes construir tu propia vida, convertirte en tu propio referente, para, desde ahí, hacer tu propio camino, el que tú quieres. Y hacerlo desde relaciones basadas en el respeto; no desde la rabia, la culpa, el dolor… que no hacen sino prolongar un estado de lucha y de repetición de patrones.

Ahora te voy a proponer que hagas un ejercicio con el podrás ver la importancia de lo que te digo y cómo tus relaciones familiares y la manera en que se han establecido siguen influyendo en tu presente. Puede ser un ejercicio emocionalmente intenso, pero te ayudará a reflexionar sobre este aspecto tan importante en tu vida.

Busca un lugar tranquilo, en el que puedas tomarte el tiempo que necesites para hacerlo, con papel y lápiz o boli a mano. Si quieres, al principio puedes cerrar los ojos y respirar profundamente algunas veces antes de empezar. Esto te puede ayudar a entrar en situación.

Ahora, con los ojos cerrados, retrocede en tu vida tantos años como sea necesario para verte siendo un niño o niña. Date el tiempo que necesites para traer esa imagen de ti mismo/a, como si pudieses observarte en aquella época y sentir lo que sentías. Observa a ese niño ahí, solo, con la necesidad de recibir amor y cariño de sus figuras de apego, de sentirse acompañado y parte de una familia, de sentirse seguro y protegido…

Déjate sentir lo que sea que venga al verle.

Ahora, abre los ojos y date permiso para escribir todo aquello que tu niño interior necesitaba y no obtuvo; la sensación de rechazo o de no valer con la que vivía; aquello por lo que tuvo que pasar y le dejó heridas; lo que quería decir y no podía; lo que no le gustaba; cómo hubiese querido que fuera su infancia… Trata de plasmar en el papel aquello que ha venido a tu mente, sea doloroso o no. Esto es solo para ti.

Ahora, vuelve a cerrar los ojos, a ver a tu niño interior, e imagínate acercándote a él, tendiéndole la mano, que sepa que vas a estar ahí para ayudarle en su camino. Que no va a estar solo.

Tómate unos minutos más, los que necesites, para volver a abrir los ojos después de esta experiencia.

Seguramente, al hacer este ejercicio se ha removido algo en tu interior. Puede ser intenso, pero comprender el poder de tus vínculos familiares y la implicación que tienen en tu vida adulta es el primer paso para trascenderlos y empezar a cultivar tu propio camino. Desde el respeto, el cuidado y el amor. Y esto empieza desde ti mismo.

Ahora, te animo a ser responsable de ese niño/a, de tu niño/a interior, y a que le ayudes a transitar por todo esto, a resolver todas esas cargas que hoy mantienes inconscientemente, para ser libre de construir tu propia vida.



Las Relaciones Familiares

Quiero hablarte de un tema importante y complejo como son las relaciones familiares.

La relación que estableces con la familia de origen, aquella en la que creces y con la que estableces tu primer vínculo emocional, marca enormemente tu manera de afrontar el futuro en la vida adulta.

¿Has sentido alguna vez que la relación con tu madre o tu padre te oprime, que sigue dirigiendo tu vida?
¿Te sientes culpable si no accedes a lo que ellos quieren y temes dañarles?
¿Necesitas su aprobación?
¿Dirías que la relación entre vosotros es conflictiva y difícil?
¿Crees que, aun estando presentes en tu vida, no cubrieron tus necesidades emocionales?
¿Fracasas en tus intentos de hacer las cosas a tu manera?

Si todavía no has reparado en ello, quizá te sorprenda saber que muchos problemas que surgen posteriormente en la vida, en diferentes ámbitos, tienen su origen en las relaciones familiares.

No olvides que la familia es tu primer y más importante refugio y tu primera ventana al mundo. Al nacer estás indefenso, necesitado de su cuidado, amor y protección. Necesitas pertenecer y sentir que formas parte de ella, que no estás solo.

Por instinto de supervivencia, adquieres un rol, integras su manera de funcionar y aprendes a actuar y a desenvolverte en base a él. Integras los límites que se establecen, formas de ver la vida y relacionarse, creencias, mensajes recibidos, experiencias vividas, etc., a las que, de por sí, cada adulto aporta su propia historia.

Todo esto lo vas interiorizando a medida que creces. Y lo harás casi sin darte cuenta y, al principio, sin cuestionarlo: eres demasiado pequeño como para valorarlo.

La infancia vivida, las experiencias pasadas, marcan, en gran parte, tu manera de afrontar y salir al mundo. Pero te doy una buena noticia: y es que no son definitivas. No puedes cambiar tu historia, la que ha sido tu vida, tu pasado. Pero sí la manera en que este está reviviendo en tu presente y afectándote, de una u otra manera, en diferentes ámbitos.

Puedes construir tu propia vida, convertirte en tu propio referente, para, desde ahí, hacer tu propio camino, el que tú quieres. Y hacerlo desde relaciones basadas en el respeto; no desde la rabia, la culpa, el dolor… que no hacen sino prolongar un estado de lucha y de repetición de patrones.

Ahora te voy a proponer que hagas un ejercicio con el podrás ver la importancia de lo que te digo y cómo tus relaciones familiares y la manera en que se han establecido siguen influyendo en tu presente. Puede ser un ejercicio emocionalmente intenso, pero te ayudará a reflexionar sobre este aspecto tan importante en tu vida.

Busca un lugar tranquilo, en el que puedas tomarte el tiempo que necesites para hacerlo, con papel y lápiz o boli a mano. Si quieres, al principio puedes cerrar los ojos y respirar profundamente algunas veces antes de empezar. Esto te puede ayudar a entrar en situación.

Ahora, con los ojos cerrados, retrocede en tu vida tantos años como sea necesario para verte siendo un niño o niña. Date el tiempo que necesites para traer esa imagen de ti mismo/a, como si pudieses observarte en aquella época y sentir lo que sentías. Observa a ese niño ahí, solo, con la necesidad de recibir amor y cariño de sus figuras de apego, de sentirse acompañado y parte de una familia, de sentirse seguro y protegido…

Déjate sentir lo que sea que venga al verle.

Ahora, abre los ojos y date permiso para escribir todo aquello que tu niño interior necesitaba y no obtuvo; la sensación de rechazo o de no valer con la que vivía; aquello por lo que tuvo que pasar y le dejó heridas; lo que quería decir y no podía; lo que no le gustaba; cómo hubiese querido que fuera su infancia… Trata de plasmar en el papel aquello que ha venido a tu mente, sea doloroso o no. Esto es solo para ti.

Ahora, vuelve a cerrar los ojos, a ver a tu niño interior, e imagínate acercándote a él, tendiéndole la mano, que sepa que vas a estar ahí para ayudarle en su camino. Que no va a estar solo.

Tómate unos minutos más, los que necesites, para volver a abrir los ojos después de esta experiencia.

Seguramente, al hacer este ejercicio se ha removido algo en tu interior. Puede ser intenso, pero comprender el poder de tus vínculos familiares y la implicación que tienen en tu vida adulta es el primer paso para trascenderlos y empezar a cultivar tu propio camino. Desde el respeto, el cuidado y el amor. Y esto empieza desde ti mismo.

Ahora, te animo a ser responsable de ese niño/a, de tu niño/a interior, y a que le ayudes a transitar por todo esto, a resolver todas esas cargas que hoy mantienes inconscientemente, para ser libre de construir tu propia vida.