A estas alturas, todos estamos deseando que esta época tan extraña pase lo antes posible.
Coronavirus, COVID19, pandemia, confinamiento, etc. Palabras, casi todas, que no formaban parte de nuestra vida y que, en apenas unos meses, han llegado a ocupar la mayor parte de nuestras conversaciones. Sin duda.
Este mes de septiembre todo parece estar en el aire, reina la incertidumbre. Pero nuestra vida sigue. Tiene que seguir. Y puede hacerlo.
CÓMO HA CAMBIADO NUESTRA VIDA
Aún estamos agotando los últimos días de verano y, aunque el mes de septiembre abre una nueva temporada, después de medio año en esta crisis sanitaria que se ha extendido a todos los ámbitos, se aprecia en la gente un estado generalizado de desánimo. Las fuerzas parece que empiezan a resentirse.
Y es que cada paso, por trivial que sea, se ha convertido en una odisea. Salir de casa, sin ir más lejos. Pendientes de la mascarilla, evitando tocarnos la cara, pendientes de mantener una distancia mínima de seguridad con otras personas, siguiendo pegatinas y carteles que indican cómo debemos movernos dentro de espacios cerrados.
Sea por las limitaciones aprobadas o sea por la incomodidad que conllevan las salidas en este momento, lo cierto es que, en general, tratamos de hacer las menos posibles, incluidas las reuniones con familia y amigos. En definitiva, tenemos mucho menos contacto social y más vida en casa. Y, en este contexto, puede resultar un desafío llenar todo este tiempo cuando los pensamientos y sensaciones que te invaden son los que ya he comentado en publicaciones anteriores.
Todo esto puede llegar a generar un estrés constante que, junto con la incertidumbre sobre el futuro próximo (que ya se prolonga en el tiempo…) son, sin duda, el terreno «idóneo» para sentirse psicológicamente abatido, desesperanzado. Y puede ser, en parte, una respuesta adaptativa. El problema llega cuando uno deja su vida en stand by por sentirse así.
LA CABEZA NO PARA
Es posible que estos días tu cabeza no pare de hacerse preguntas. De intentar buscar respuestas y soluciones dentro de un mar de dudas.
Esto consume tiempo y energía. Agota. Y, al final, el resultado no varía mucho… Sigues en la misma situación: inmerso en una pandemia. Eso sí, con menos tiempo dedicado a aspectos de tu vida que también requieren de tu atención y que a lo mejor sientes que están quedando relegados. En parte, por las limitaciones que ahora mismo tenemos; en parte, porque te sientes paralizada o paralizado con todo lo que está sucediendo. Es como si hubieras dejado tu vida en un segundo plano.
ALGUNAS CLAVES PARA SEGUIR CON TU VIDA
Así ha llegado septiembre, pero tenemos que seguir adelante. Aunque con más obstáculos y teniendo que adaptar nuestros pasos a las nuevas circunstancias, septiembre puede seguir siendo ese mes de nuevos propósitos y motivaciones. O, simplemente, el momento de retomar todo aquello que has ido dejando aparcado.
A continuación, te presento algunas claves que pueden ayudarte a salir de este callejón y continuar con el rumbo de tu vida. Desde donde estabas o partiendo de un punto nuevo.
Recuerda que estás viviendo una situación difícil para la que no estábamos preparados.
Esto puede parecer obvio, pero es importante tenerlo presente cuando te sientas agotado o agotada y creas que tú no vas a poder con ello.
A veces, nos invaden los pensamientos catastróficos y de pánico:
“¿Seré yo?”
«Esto va a ir a peor»
“¿A los demás también les ocurre?”
“No sé qué hacer, cómo quitarme esta ansiedad»
“Debería estar aprovechando para…”
Puede que te sientas abrumado por todo lo que estás experimentando, pero no olvides que estamos viviendo algo que nunca habíamos imaginado y que tú solo no puedes detener ni cambiar.
Leer noticias y buscar nueva información constantemente pueden no ser de mucha ayuda. Tampoco lo es dedicar tiempo a ver cómo lo están llevando otras personas a través de sus redes sociales (Instagram, Facebook, Twitter…).
Por el contrario, esto supone, precisamente, poner el foco en aquello que te angustia y dedicarle aún más tiempo del inevitable, e impide que dediques tu tiempo a cosas que te enriquecen.
Sé amable contigo mismo.
Imagina que alguien a quien tú aprecias de verdad te cuenta cómo le está afectando esta pandemia, cómo ha trastocado su vida y truncado muchos aspectos que formaban parte de ella. Piensa en cómo acogerías todo lo que te dice, cuál sería tu actitud hacia esa persona (seguro que de amabilidad, apoyo, comprensión…) y préstatela a ti mismo. Porque tú no tienes superpoderes: a todos, sin excepción, nos ha cambiado la vida con la aparición del coronavirus.
Acepta y haz hueco a esos pensamientos, emociones y sensaciones que surgen.
Esto no significa resignarse a ellos. Significa dejar de evitarlos y permitirnos sentir lo que sea que estamos sintiendo en un momento dado: tristeza, rabia, cansancio, hastío, impotencia, miedo, ansiedad… Reconocer y reconocerse a uno mismo que sentirse así es la respuesta a la falta de seguridad, a la incertidumbre, al nuevo contexto en que vivimos.
Cuando sientas que el pánico, los pensamientos catastróficos y los malos augurios te invaden… Cuando te veas enredándote con todos ellos y dejándote llevar… ¡Para! Trata de volver al momento presente.
No me refiero a tratar de eliminarlos o de sustituirlos por pensamientos positivos, porque eso tampoco suele funcionar más allá de un breve espacio de tiempo: justo lo que tardas en comprobar que no estás pensando en eso que justamente no quieres pensar.
Simplemente, escúchalos, déjalos pasar y no les cedas el poder de sacarte de tu vida real, la que está sucediendo aquí y ahora. Son eso, pensamientos; no realidades. La realidad está aquí y ahora.
Diferencia lo que puedes controlar y lo que no. Y focalízate en lo primero.
Muchos aspectos de nuestra vida que antes dependían exclusivamente de nosotros se están viendo limitados por las medidas sanitarias adoptadas para frenar la expansión del virus.
Pero aún tienes metas, intereses, responsabilidades, ilusiones. Aunque ahora pueda parecer que cuesta encontrarlas…
Actúa para avanzar hacia donde tú quieres
Encuentra eso que tienes o que te apetece hacer y comprométete contigo mismo a empezar a actuar en esa dirección.
Por pequeño que sea o por pequeño que parezca el paso que vas a dar. Pero que sea algo significativo para ti, de valor. Porque son las acciones de este tipo las que te irán acercando al lugar donde quieres estar. Enredarte con tus pensamientos o luchar contra ellos no lo hará.
Aunque muchas de las cosas que realmente nos importan, nos proporcionan satisfacción y nos motivan ya no las podamos hacer como antes, es crucial que no te desconectes totalmente de ellas ni las des por perdidas. A pesar de las limitaciones, nos toca reinventarnos y poner en práctica acciones dirigidas a nuestras metas y valores de manera diferente a como solíamos hacerlo.