Imagina tu vida como un largo camino que vas recorriendo. Disfrutas del trayecto, vas en la dirección que quieres y te gusta lo que vas experimentando a lo largo del recorrido.
Esto no significa que el terreno por el que transitas sea siempre placentero y fácil. En ocasiones, te encuentras más cansada/o. Otras veces, cuesta avanzar porque hay desniveles o tramos en los que el terreno presenta otro tipo de irregularidades, como piedras en el camino. En esos momentos, tu paso no es tan firme y ligero como quisieras; pero, aún así, sigues avanzando. Merece la pena.
Vas superando esos momentos difíciles y acumulando experiencia que te permite distinguir las señales para saber por dónde seguir.
Un día, de repente, ocurre algo con lo que no contabas: el cielo se cubre de nubes negras y empieza a llover. Con fuerza. Sin parar. Llueve intensamente.
De manera repentina, todo se ha complicado. Solías hacer tu camino de otra forma; a veces con algún sobresalto o sorpresa inesperada, pero nada que no pudieses manejar y controlar con más o menos esfuerzo. Pero algo como esto no entraba en tus planes: el camino se ha embarrado, se está llenando de charcos y tú te estás mojando.
Desearías que la tormenta pasase, que nunca hubiese ocurrido y poder continuar tu camino como siempre lo habías hecho. Te sientes contrariado/a. Te enfadas, sientes rabia al ver todo lleno de nubes que parecen decirte que la tormenta, por ahora, no va a pasar.
Tras unos minutos así, tratando de luchar contra la situación, mojándote y sin avanzar, piensas qué debes hacer ahora. Qué es lo más lógico.
-
Puedes volver atrás y elegir otro camino que no te agradaba tanto, pero que sabes que, al menos en cuanto a condiciones climáticas, es menos cambiante. Quizá te equivocaste al elegir este y no aquel. Al fin y al cabo, su terreno parecía también más fácil. Es cierto que disfrutarías menos del paisaje, porque discurre entre altas y verticales paredes de montaña que no dejan mucho a la vista, y que, además, no va en la dirección que tú querías seguir; pero al menos podrías controlar (o eso crees) los pequeños contratiempos que por él pudieran surgir.
-
O puedes volver atrás y hacer caso a los posibles «Te lo dije…» de los demás y, con toda seguridad, de tu mente. Ella es la más dura contigo: «para qué arriesgar», «no deberías haberte salido del camino inicial, el que ya estaba marcado», «qué creías que ibas a conseguir». Por qué buscar y explorar un camino por ti mismo/a, tu propio camino, cuando otros ya están marcados y con todo bajo control: paradas programadas en el trayecto para reponer fuerzas, zonas techadas por si hace mucho sol, casetas en las que ponerse a cubierto en caso de tormenta… Ay, si ahora pudieses resguardarte bajo una de esas casetas… Estarías seco y en un lugar conocido para ti. Sí, en otra dirección que no es la que tú querías, sin mucho espacio para moverte ni improvisar. Pero seco.
Tras un rato buscando soluciones, dándole vueltas y más vueltas, enfadado/a con la situación, pensando qué es lo correcto y lo más coherente, crees que lo mejor es cambiar de rumbo y volver atrás. Pero ahora ya ni la primera idea tiene sentido. Si haces caso a tu cabeza, ¿para qué volver a arriesgar algo con esa opción? Ya te salió mal querer tomar las riendas y decidirte a tomar la dirección más significativa para ti.
Porque lo cierto es que te ha salido mal. Se ha presentado una tormenta y no puedes controlarla. No eres capaz de hacer que esas nubes pasen rápido y dejen el cielo descubierto como tú quieres. Y, además, te estás mojando y esa sensación no te gusta.
No puedes seguir tu camino con el cielo nublado. No puedes seguir tu camino si te empiezas a mojar.
Pero… ¿necesitas controlar absolutamente todo? ¿Necesitas un cielo totalmente despejado para poder continuar?
¿Y si hubiese una tercera opción tan disparatada para tu mente que la rechazó antes siquiera de planteártela?
¿Y si continuases tu camino, el que tú elegiste, el que supone para ti una vida plena, aunque ahora te estés mojando y te sientas incómoda/o por una tormenta inesperada? ¿Y si continuar por él, aprendiendo de la experiencia y aceptando que habrá momentos de malestar que no podrás evitar, merece la pena porque te permite acercarte al lugar al que tú quieres llegar?